Toda aplicación cuenta con una interface de usuario denominada frontend, que bien puede ser una página web o una app mobile. Por otra parte, las aplicaciones se apoyan en software que corre en general en servidores, denominado el backend.

Las DApps son una categoría especial de aplicaciones las cuales utilizan como backend a smart contracts alojados en una blockchain. Al funcionar de esta manera, los datos generados por estas aplicaciones están alojados en una red que permite que esta información se mantenga segura, accesible e inmutable.

En general, las DApps son de código abierto, es decir que cualquiera puede inspeccionarlas y comprobar exactamente qué es lo que hacen. Esto les da una especial característica de seguridad y confiabilidad. Como no existe una empresa u organización centralizada que haga de intermediaria, las Dapps permiten que los usuarios se relacionen entre sí en forma directa.

Tomemos el caso de Uber, por ejemplo: la aplicación permite relacionar pasajeros con conductores y para ello pone a disposición su plataforma, la cual posee una serie de reglas y políticas a las cuales adhieren todas las partes para poder beneficiarse del servicio brindado por la aplicación.

Ahora, imaginemos que reemplazamos a la empresa Uber por una serie de smart contracts que contienen las mismas reglas y políticas, pero en forma de código, seguro, inmutable y auditable; y creamos un frontend que se relacione directamente con dichos smart contracts. Hemos convertido a Uber en una DApp. 

Así podemos imaginar muchas otras aplicaciones, una vez que ponemos nuestra mente en “modo descentralizado”.

Las DApps están en sus primeras etapas, sin embargo, ya hay muchas que ofrecen diversos servicios y funcionalidades, desde nuevas plataformas de redes sociales hasta intercambios de dinero. Esto es el comienzo de un nuevo paradigma en la manera de entender las aplicaciones y sin duda generará una disrupción en este sentido.